Estoy en el Aeropuerto Internacional de Houston, uno de mis menos favoritos, esperando mi vuelo a Las Vegas, probablemente la ciudad que menos me gusta en todo la planeta. Me fui de Buenos Aires lleno de una dulce tristeza. Hay tanto que echaré de menos. Aquí, en Houston, después de haber llegado demasiado temprano en la mañana, después de que me confiscaron una costosa botella de vino antes de que pueda asumir su papel de regalo de boda, los busto-parlantes en la televisión y los acentos tejanos me están fastidiando.

Todos los busto-parlantes hablan al mismo ritmo, la misma cadencia, mientras que música teatral y los efectos computarizados de sonido competen para dominar los gritos. Todos siguen fingiendo que las elecciones del Partido Democrática todavía está en juego. Tienen que hacerlo – nadie ve un partido de fútbol cuando ya sabes que va a ganar. Cada 15 minutos repiten: “permanezca atento esta noche para ver chicas jóvenes que están dispuestas de hacer cualquier cosa – incluso se desnudan! – para suplantar la identidad de Marilyn Monroe.”

Sólo una vez, por unos 15 segundos, CNN hizo mención del terremoto en China que, hasta el momento, ha sido responsable para los muertes de más que 15,000 chinos, un número que seguramente seguirá creciendo. Durante los 15 segundos, la familia china sentada a mi lado dejaron de hablar y miraron fijamente a la televisión. Mientras tanto, todos los demás en la puerta dejaron de mirar la televisión ahora que terminaron hablando de la supuesta batalla entre Clinton y Obama. 15.000 personas muertas. Decenas de miles más aún siguen atascados bajo los escombros. Salvó la familia china, todos los demás en la puerta empiezan a contar chistes animados. La sala se llena de gestos y risas.

Me acuerdo de cuando me enteré por primera vez de los ataques del 11 de Septiembre. No sabía nada hasta que 10 días después cuando llegue a Rishikesh después de diez días de caminata en la Himalaya india. En todas partes de Rishikesh – el hotel, el ciber-café, los restaurantes – cada residente de Rishikesh agarró mi brazo efusivamente y me dijo: ‘señor, lamento muchísimo lo que pasó en tu páis. Yo me siento profundamente triste’. Sus declaraciones no vinieron de cursos de hospitalidad – hablaron realmente desde el corazó. En 9/11 menos de 3.000 personas perdieron la vida. Menos de una quinta del número de muertos en China, hasta el momento.

La puerta se llenó del clamor ensordecedor de los tejanos, ya preparandose para el estado mental que se requiere Las Vegas de todos sus visitantes.